Luego del huracán María hemos escuchado cómo las organizaciones sin fines de lucro, grupos autoconvocados y ciudadanos en su carácter individual apoyaron de múltiples formas a los damnificados. Los vimos instalar toldos azules o reparar techos en los hogares en los que Tu Hogar Renace no reparó como debía (El Nuevo Día, 24 de julio). Llevaron a las comunidades suministros como botellas de agua, comida, matres, y brigadas de abogados y abogadas, los visitaban para apoyarles en las solicitudes de asistencia a FEMA. Vimos ferias de salud con médicos de diversas especialidades para atender las deterioradas condiciones crónicas de salud toda vez que el sistema de salud había colapsado (Roman, 2017; Benach, Rivera-Díaz, Muñoz, Martínez-Herrera, Manuel-Pericas, 2018). Hasta los artistas con sus prácticas y talleres gestionaron y lograron movilizar los afectos que estaban condensados en muchos de lxs residentes de las comunidades afectadas por el huracán María (Carbonell, Gómez-Cuevas, Guitierrez, Hernández, Negrón, Pérez-Otero, Villarini, 2019).
En enero de 2020, dos años y medio más tarde, nuestros hermanos del sur enfrentaron los sismos y, nuevamente, nuestro pueblo se desbordó en acciones solidarias dirigidas a atender las necesidades más apremiantes de los afectados y afectadas. De hecho, las exhortaciones por parte de expertos/as de detener tales acciones no fueron exitosas. A pesar de los peligros telúricos, y las recomendaciones de no visitar el sur, distintos sectores de este país se sintieron convocados en apoyar al pueblo. Nuevamente vimos organizaciones sin fines de lucro y grupos de ciudadanos auto-organizados –abogados/as, médicos, ingenieros, arquitectos, y psicólogos– visitando distintas comunidades y desde sus respectivas formaciones apoyaron a los ciudadanos que habitaban el dolor de la pérdida de su hogar.
En marzo llegó el COVID-19, vinieron las Órdenes Ejecutivas, asumimos el confinamiento para evitar el contagio con el virus. En otras palabras, apostamos a mantenernos vivos, y evitar a toda costa el potencial de morir. Como nos señala Jorge Alemán (2020) en su último libro Pandemonium: Notas sobre el desastre, desde una perspectiva filosófica, se puede pensar que el encierro y el confinamiento arrojan al sujeto a sí mismo. Retomando las palabras de Heidegger, Alemán señala al respecto que el captarse a sí mismo sin fundamentos puede generar angustia.
La pérdida de espacios de encuentros con las amistades y familia, la pérdida o merma de ingresos que limita la capacidad para crear condiciones de protección, la fragilidad de las instituciones en su capacidad para encarar la pandemia –Departamento de Salud, Departamento del Trabajo, Departamento de Educación, por mencionar algunas–, además de angustia, provoca en el ser humano una sensación de desamparo. A pesar de la pérdida de fundamento que supone vivir en estos tiempos, nuevamente, sectores de nuestro país atendieron las demandas sociales que el gobierno no pudo atender, en este caso, la inseguridad alimentaria. Fuimos testigos de iniciativas dirigidas a brindar alimentos. Abogados y abogadas sensibles y conocedores de los derechos humanos, representaron a organizaciones y personas en una demanda en contra del Estado en la que se le solicitaba al Departamento de Educación y su Secretario abrir los comedores escolares y cumplir con la obligación de alimentar a toda persona en necesidad durante la emergencia. Como vimos el pasado 16 julio, el Tribunal de Apelaciones determinó que el Estado no tiene esa obligación y revocó una sentencia emitida por un Tribunal de Primera Instancia que ordenaba la apertura de los comedores, descartando los argumentos legales que dibujaban un Puerto Rico en hambre y empobrecido (Nuevo Día, 26 de julio).
Esta determinación no puso freno a las organizaciones de llevar a cabo acciones concertadas dirigidas a alimentar a los seres humanos que están en situaciones de mayor vulnerabilidad; como son las mujeres y hombres inmigrantes, los desempleados/as, ciudadanos con condiciones de salud mental crítica y viejos/as. Nuevamente, se auto-organizaron para hacer un frente común, nombrar la injusticia, denunciar lo inaceptable e identificar junto con los y las líderes comunitarios aquellos seres humanos en mayor fragilidad y entregar lo que llamaron “ compras solidarias”.
Por nuestra experiencia de trabajo con la comunidad de San Isidro en Canóvanas, sabíamos que los hombres y mujeres inmigrantes dominicanos, que en su mayoría trabajan en la construcción y en el servicio doméstico, precisamente por su estado migratorio irregular quedaban fuera del marco legal y jurídico que articula y condiciona la asistencia en Puerto Rico.
Históricamente los domincanos y dominicanas han recibido violencia por un sistema racista, y xenófobo. En nuestro trabajo en San Isidro, les escucho decir que son “los invisibles”, “los olvidados” o “los que no importamos”; significantes que han utilizado para dar cuenta del estado de excepción en el que han vivido por años en Puerto Rico. Bajo este estado de exclusión se explica que vivan aún en calles sin asfaltar, sin un sistema de acueductos y alcantarillados, con conexiones ilegales al agua potable y al sistema eléctrico, con pozos sépticos en condiciones inadecuadas, y en ambiente de inseguridad. Ante la ausencia de respuesta del gobierno municipal, y por la potencia que caracteriza al ser humano cuando pone su deseo a jugar, los y las residentes en San Isidro, en distintos momentos, se han agenciado las conexiones de luz, agua, han asfaltado sus calles, por mencionar solo algunos proyectos comunitarios. No obstante, este estado de exclusión parecería transitorio, pero no lo es, ha sido uno permanente. Clara Valverde (2015) citando al filósofo anarquista Simon Critchley, nos señala que vivir así, estar fuera y dentro al mismo tiempo, en un espacio intermedio, se conoce como “ espacios intersticiales”. Siendo un modo permanente de exclusión, que quienes los habitan, los excluidos, están en la sociedad, aquí, pero no se les quiere ver. Están en sitios que no cuentan, viven vidas que los incluidos ni se imaginan. Son estas condiciones de vida que ponen en evidencia la verdad sobre las injusticias de una sociedad capitalista neoliberal como la nuestra, que deja algunos cuerpos en el mayor de los desamparo para encarar este último desastre, la pandemia.
Me pregunto, ¿qué acciones el gobierno ha llevado a cabo para que los seres humanos que viven en este archipiélago se sientan protegidos en los próximos eventos climatológicos? Que como sabemos, con el cambio climático serán cada vez más frecuentes y más potentes; ¿confiamos en la palabra de los y las jefes de agencias cuando ante un evento climatológico enuncian “estamos preparados”? Como hemos ido apuntando, nos hemos acompañado, en los distintos desastres. Hemos juntado de forma puntual, una suerte de “enjambre” para dar una respuesta rápida a los seres humanos que sufren luego de los desastres. Como lo nombra Simón Critchley; con una responsabilidad infinita generamos un compromiso colectivo de acompañarnos.
Para concluir quisiera elaborar sobre el significante acompañar qué tantas organizaciones y grupos utilizan para describir su quehacer y nos parece una buena oportunidad para pensar sobre qué es para cada una el acompañamiento y cómo lo ejercemos en nuestra vida. Según la RAE, acompañar “ es estar o ir en compañía de otras personas. Es existir o hallarse en una persona. Es participar en los sentimientos de alguien”. Para nosotras en la Clínica Legal Psicológica (Clínica) acompañar es estar presente en los procesos que advienen una vez inicia la recuperación. Nos parece que estar junto a alguien requiere de sensibilidad, cualidad que posibilita que podamos ver y escuchar el dolor que supone la pérdida, cuán nimia pensemos que sea ésta. Estar, requiere respeto con los procesos emocionales que se desatan en los damnificados. Como hemos atestiguado en la Clínica, el miedo, la rabia y la tristeza que viven los damnificados luego de los desastres no corresponde con la lógica inmediatista que imponen las instituciones estatales o federales para ofrecer la asistencia. Por esa razón en la Clínica abrimos el espacio en las comunidades para que éstos apalabren el malestar que les genera los retos –algunos, a nuestro juicio, innecesarios– que advienen luego de estos eventos.
A modo de nombrar lo que nos parece injusto, en el barrio de San Isidro hemos documentado múltiples retos que los residentes han enfrentado luego de María para acceder a la asistencia; (1) cambios en los procedimientos entre agencias gubernamentales para solicitar a FEMA. Inicialmente el Municipio de Canóvanas, y luego el Departamento de la Vivienda, emitían una certificación donde se especificaba que los y las residentes eran ocupante no-dueño del terreno. Toda vez que ellos y ellas viven en terrenos que le pertenecen actualmente al Departamento de Vivienda. Este cambio de quién emitía la certificación dificultó más el proceso, dado que las y los residentes debían pasar nuevamente por procesos de solicitud, listas de espera e inspección para, finalmente, lograr obtener una certificación que tendría una duración de sólo de seis meses. En ese proceso hubo falta de claridad en cuanto a los pasos para solicitarla e incongruencia entre información brindada por el Departamento de Vivienda y el Municipio. (2) El proceso de emisión de la certificación fue uno ineficiente– residentes denunciaban que ambos organismos gubernamentales tardaban para emitirla, que la emisión era arbitraria, que los empleados gubernamentales les informaban que el periodo para emitirla había culminado, atrasando el proceso de los propios residentes para solicitar en aquel momento a FEMA. (3) Inconsistencias en la otorgación de la asistencia financiera por parte de FEMA- algunos residentes les otorgaron la ayuda, poca en comparación con los daños en la vivienda, y a otros se la negaban, por no tener títulos de propiedad, cuando en efecto, ninguno de los residentes posee títulos de propiedad, generando tensión y ansiedad en aquellos que les negaban la ayuda. Muchos residentes mientras observaban cómo el vecino o vecina reconstruía su vivienda, se preguntaban, por qué a mí me negaron la ayuda y a ellos no, si nadie tiene títulos de propiedad? Aprovecho para reconocer el esfuerzo de la organización Ayuda Legal Puerto Rico y otros proveedores de servicios legales que por su trabajo lograron que FEMA cambiara la posición de exigirle a los dueños/as de viviendas, títulos de propiedad. Este logro posibilitó que más de 48,000 familias tuvieran acceso a la asistencia a la que tienen derecho (https://ayudalegalpr.org/resource/formulario-para-solicitar-o-apelar-a-fema-sin-titulo-formal).
Además de las dificultades para acceder a la asistencia de FEMA, también enfrentaron dificultades accediendo y recibiendo los servicios del programa Tu Hogar Renace. (4) Ineficiencias en la asistencia del programa Tu Hogar Renace – Muchos residentes nos comentaron de la larga espera para conocer información sobre su caso, atrasos en los procesos de inspección, algunos inspectores entraban sin autorización a las residencias y sacaban artículos de valor, y otros inspectores luego de la inspección, no regresaban para llevar a cabo el trabajo. Estas dificultades, les requirió frecuentes llamadas al programa para seguimiento o para denunciar reparaciones deficientes en sus residencias. Estas quejas con el mentado otras familias en Puerto Rico también las denunciaron; así como la mala calidad de los materiales utilizados o de los trabajos llevados a cabo y de los retrasos en los procesos de reparación (Nuevo Día, 2018).
Acompañar requiere de escuchar la frustración, la sensación de empantanamiento y de desconfianza que tienen los y las residentes hacia las instituciones al sentir que el tiempo pasa y no ven adelanto alguno en las reparaciones de sus hogares. Residentes que habitan viviendas a medio construir porque no saben si luego de invertir en la reconstrucción de su hogar, al final, serán reubicados de la comunidad. Como se reseñó en el Nuevo Día, el 24 de julio 2020, el programa R-3 ( Reparación, Reconstrucción y Reubicación, adscrito al Departamento de Vivienda) –con asignación de $2,175 mil millones– ha recibido 27,000 solicitudes y no se ha completado ni un solo trabajo.
Acompañar también nos requiere de estar sin imponer “ mejores formas” para tramitar los afectos que se desatan al enfrentar los retos de una recuperación que se aleja de ser una digna. Reconocemos la singularidad radical que diferencia a cada sujeto y los procesos psíquicos que se desatan en las respectivas recuperaciones. Recordemos que no solo perdemos la casa, sino las representaciones que estaban anudadas a ésta, que se enlazan con las pérdidas anteriores, y cómo no, durante la recuperación también perdemos a esposos, esposas, hijos/as, madres, mascotas, e ideales, por mencionar algunas. Por eso, decimos en la Clínica cuando iniciamos nuestro acompañamiento, que es caso a caso, iniciamos desde el lugar que él o ella está y no desde el lugar que debería estar para transitar los retos de la recuperación. En la Clínica, la psicóloga con su escucha respetuosa, en la intimidad que supone el espacio clínico, acompaña al residente en su malestar, en su sufrimiento pero también en su esperanza, teniendo este acompañar efectos potenciadores para su vida.
“Me ha ayudado un montón en cuanto mi vida cotidiana. Cómo ir llevando las cosas. Cómo sobrevivir los eventos que me pasan en mi diario vivir. Los trauma de María, me ayudó a superarlos. Yo me quedé traumatizada en María. Cada vez que caía un aguacerito y yo lo escuchaba en el techo de zinc- la lluvia-, yo no dormía. Pensaba que se estaba inundando. Yo estaba hecha un desastre. Me ayudó un montón. Ya duermo tranquila” (participante programa clínico).
La abogada comunitaria orientando sobre los programas de asistencia a los que tienen derecho los damnificados, les acompaña. Cuando participamos de reuniones con jefes de agencia para adelantar y/o velar que los intereses y las necesidades de la comunidad sean atendidas, les acompañamos. Cuando regresamos a la comunidad para sostener nuestras reuniones comunitarias; y ahora en la pandemia cuando grabamos un video para informar los adelantos de las reuniones con jefes de agencia sobre las situaciones que les afectan como comunidad, les acompañamos. Son estas acciones las que han creado un nosotros, abriendo la posibilidad de pasar de un extranjero a un acompañante. Cerramos con la respuesta de una residente de San Isidro al recibir un video de una entrevista que nos hiciera en el programa VeoBo. Sus comentarios dan cuenta de los lazos que se crean y de la potencia que genera el acompañamiento.
“Hola buenos días amigas. Saludos. Excelente programa. Y extremadamente excelente el informe que presentaron. Se recogen los frutos de ese arduo trabajo. Es bueno, motivador, refrescante y atrayente en este tiempo ver personas como ustedes haciendo este tipo de proyectos movido por un alto sentido de la solidaridad colectiva e impregnadas de una gran conciencia social. Las amamos, son nuestras portavoces, nos sacaron del anonimato y como dice Dani Rivera, hicieron reconocer que detrás de esas montañas hay un pueblo que ríe y que canta pese a las circunstancias, necesidad y adversidades. Sigan adelante. Hadas Madrinas. Con su trabajo van hacer y están haciendo que lleguen cosas muy buenas. Las esperamos pronto. Bendiciones en abundancia.” – (Residente de San Isidro)